Hace ya más de un año de mi viaje exprés a Marrakech y aún lo tengo en mi cabeza como una de los viajes más bonitos de mi vida. El viaje que surgió de un día para otro en medio de una tormenta y que resultó una verdadera vía de escape. El último viaje antes de la pandemia del coronavirus. En este post, tan personal, vengo a contarte mi experiencia en Marrakech.
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El primer choque cultural
La llegada a Marrakech fue ligeramente caótica. Mi compañera de aventuras (Aurora Boreal) y yo habíamos pasado la noche en el aeropuerto de Madrid (cosa que por cierto, odio hacer) porque nuestro vuelo salía muy pronto. Con el cansancio y el sueño encima aterrizamos en África, con el calor típico de verano dándonos la bienvenida.
El primer choque cultural llegó a la hora de tomar un taxi para ir a nuestro Riad (hotel): Ingenua de mi, quise pagar los 70 dirhams que se indicaban en un cartel, pero el primer «repartidor» de taxis me pidió 100. Intenté buscar alternativas y acercarme a otros taxistas que aceptasen el precio ya mercado. El hombre que repartía los taxis decidió que no podía hablar con ningún taxista e intentó interrumpir todas las conversaciones que iniciaba.
Puedes hacerte una idea de lo frustrante e injusto de la situación, sobre todo si vienes de un país donde se actúa en un marco con cierta legalidad. En aquel momento, no hacía más que ca***** en todo, pero el cansancio me podía y cedí a pagar los 100 dirhams. Más tarde descubriría que no habíamos sido las únicas «estafadas» en el aeropuerto y que era algo bastante común. El tema del dinero y el regateo no había hecho más que empezar y pronto me di cuenta de que sería una parte importante de la experiencia en Marrakech.
Encuentros maravillosos: primera parte
Después de echarnos una mini siesta en nuestro Riad, nos dirigimos al punto de encuentro de nuestro Free tour por Marrakech. Depués de un rato caminando por las calles de la Medina, entablamos conversación con una viajera argentina, Ludmila. Ella llevaba tiempo viajando sola por el mundo y acababa de llegar a Marrakech. Desde ese momento nuestro viaje de dos pasó a convertirse en un viaje de tres.
Después del Free Tour, paramos a comer en un café junto a la plaza Jamaa el Fna, llamado Babouche. Este se convirtió en nuestro enclave principal durante todo el fin de semana. Hicimos cierta amistad con el dueño del local, que en varias ocasiones terminó invitándonos a dulces marroquís gracias a la gran capacidad de negociación mezclada con atrevimiento de Ludmila (todavía admiro eso de ti, amiga).
Ludmila fue un auténtico descubrimiento y la que marcó la diferencia de mi experiencia en Marrakech: un soplo de aire fresco, un recordatorio para mi mente de lo que siempre ha sido mi pasión (viajar), y un ejemplo de cómo las cosas van poniéndose en su lugar. Seguramente ella no sea consciente de haber provocado tanto en mi, pero a veces, sin quererlo, las personas podemos llegar a tener un gran impacto en la vida de otras.
Encuentros maravillosos: segunda parte
La comida tardía en Babouche se convirtió en una merienda cena. Pasamos un buen rato hablando sobre nuestras vidas cuando dos chicos músicos aparecieron por allí, se sentaron a tomar su café y marcharon (imaginábamos que a dar alguna actuación). Mi amiga Aurora Boreal es el factor diferenciador allá donde va, y aquí no podía ser menos. Sin pensarlo fue corriendo detrás de los músicos para preguntarles dónde iban a tocar.
A los dos minutos llegó con la información y cuando anocheció aparecimos en la terraza de un hotel cercano donde estaban dando un mini concierto para los huéspedes. Allí estuvimos escuchando, cantando y pasando un buen momento. Lo que nos esperábamos era acabar participando en el concierto, yo tocando la guitarra y Aurora la percusión. Se creó un ambiente realmente agradable con los huéspedes del hotel, que pertenecían a una orquesta de música clásica de varios países europeos, los jóvenes marroquíes y nosotras, dos españolas y una Argentina que acababan de conocerse ese mismo día.
Al acabar la actuación, tuvimos tiempo de entablar conversación con los chicos de Marrakech y quedamos en vernos al día siguiente para conocer la ciudad desde un punto de vista menos turístico. Creo que lo último que esperábamos era pasar la mañana en un «parque de atracciones», que fue el sitio que nuestros amigos eligieron para divertirnos. Este parque estaba practicamente vacío y tampoco era realmente espectacular, pero en lugar de disgustarnos, lo vimos como parte de la experiencia en Marrakech.
Nuestros amigos de Marrakech, además, se molestaron en recogernos con su coche, a nosotras en nuestro Riad y a Ludmila en su couchsurfing, y nos llevaron por toda la ciudad (conducir en una ciudad como Marrakech puede considerarse una actividad de riesgo).
Aprendiendo a confiar
Muchas veces, los prejuicios que tenemos hacia ciertos lugares o culturas (como en este caso la árabe), nos impiden disfrutar de la experiencia del viaje. Cuando dije en mi casa que me iba a Marruecos, no recibí aplausos, si no todo lo contrario: Preocupación e intentos de convencerme para no ir. ¿El por qué? Miedo. Miedo a lo desconocido, miedo a las historian que se cuentan por ahí, «mira lo que le pasó a esa chica en Marruecos», etc.
Marruecos tiene fama de ser un país machista, algo peligroso y en el que las mujeres (aunque sean turistas) tienen todas las de perder.
Por mi experiencia y mi seguridad viajando decidí seguir adelante con el viaje. Por supuesto, Marruecos para mí era totalmente desconocido, tampoco sabía muy bien qué podía encontrarme así que desde el primer momento activé el modo alerta y el modo observación.
La desconfianza hacia una cultura distinta de la nuestra es normal, por eso viajar nos da la oportunidad de poder comparar y comprobar que no todo lo que escuchamos de un destino es cierto, y que otras cosas si que lo son, pero con matices.
Conocer a los dos chicos de Marrakech me ayudó a entender su cultura y sobre todo a confiar: dos hombres desconocidos llevándonos en su coche por la ciudad suena fatal si lo cuentas por ahí. Detrás de eso, no hubo ningún intento de acercamiento sexual ni segundas intenciones. Para mi fue, en definitiva, el interés de dos chicos que querían conocer una cultura diferente: la nuestra. Algo que de normal no pueden hacer: a ellos no se les permite viajar a Europa ni para hacer turismo.
Experiencia en Marrakech: aspectos de la cultura
Contando con que cada cultura es un mundo y hablando en terminos generales, resumiré las cosas que sí son ciertas sobre este país.
El machismo
- Un hecho 100% real que notas nada más pisar tierras marroquíes. Por la calle no verás apenas mujeres. Están trabajando o en sus casas pero es algo que llamó mi atención desde un principio. Sólo veíamos hombres.
- A parte de su idioma local, muchos hombres hablan francés, pero no las mujeres. Esto pude comprobarlo al intentar comunicarme con una de las cocineras del Riad.
- Muchos hombres miran con descaro a las mujeres (sobre todo viajeras o turistas) y les dicen cosas.
- Con las mujeres extranjeras, muchos hombres intentan acercamientos físicos (agarrar del brazo para decirte alguna tontería, por ejemplo).
Aún así, es importante especificar que Marrakech es una ciudad acostumbrada a recibir turistas, por lo que no suele haber problemas más allá de los mencionados. En otras zonas del país, hay tribus con raíces mucho más machistas que en ciudades como Marrakech, que está acostumbrada a la presencia de mujeres. Y por supuesto, aclarar que este es mi punto de vista como viajera. Ser mujer marroquí debe ser una posición muy distinta…
El regateo
El regateo es algo a lo que hay que rendirse nada más llegar y que forma parte de la experiencia en Marrakech. Ya en el free tour, nos explicaron la mejor forma de hacerlo. Honestamente, creo que hubiera necesitado algo más de tiempo para lograr adaptarme. La sensación continua de preguntarme si me estarían timando no la llevé nada bien.
En este artículo del blog te hablaba de cómo el regateo está presente en absolutamente todas las áreas comerciales: desde el taxi del principio, hasta para comprar unas aceitunas.
La seguridad
A pesar de mi inicial desconfianza por si me robaban (ya sabes, por la mala fama) el viaje terminó sin ningún altercado. Como en toda ciudad grande conviene estar atento a las pertenencias. En Marrakech, conviene hacerlo con especial atención en los zocos donde se concentra una mayor cantidad de personas. Tampoco pude ver ningún robo, algo que de hecho sí que he llegado a ver en París, en Roma y en Londres. A veces, las apariencias engañan…
El racismo está en todas partes
Cuando se habla de racismo, lo primero que pensamos es en el racismo de blancos hacia negros. Cuando viví en Londres descubrí que también podía ser en la dirección opuesta o incluso de británicos hacia europeos que ibamos allí en busca de trabajo (hello Brexit). En Marrakech fui testigo de unas palabras que no olvido desde entonces. Un joven marroquí reconociendo que era racista porque no le gustaban los inmigrantes procedentes de cierto país de África (mi mente me dice que es Kenia pero no lo recuerdo bien al 100%). El motivo, según él, es que llegaban a Marruecos a beneficiarse de ayudas del estado y vagueaban.
Me pareció algo muy curioso y a la vez me resultó familiar, por lo que no pude evitar decirle que, en España, una gran mayoría de las personas piensan justamente lo mismo que él pero de los marroquíes. Comprobé, una vez más, que el racismo sí que no entiende de fronteras o colores. Está en todas partes.
Exprimiendo el último día al máximo
Habituadas al ajetreo de la ciudad y a sus gentes, salimos a las calles de Marrakech a observar, fotografiar, aprender y finalmente, despedirnos. Hay tantas cosas que son diferentes a nuestra cultura que es inevitable pararse a preguntar. El estilo de vida es, además, más pausado que el que llevamos en Europa: prima lo artesanal, las costumbres de la calle, los negocios de cercanía… El ambiente es lo que yo denomino auténtico. Por eso, al ver este conjunto de hilos enganchados a una farola, me acerqué a preguntar al hombre que estaba con ello lo que está haciendo. Y el hombre, con gestos, lo explicó. Y es que en estas pequeñas cosas es donde se encuentra la magia del viaje.
¡Amiga! Gracias por el viaje, por la experiencia, por los recuerdos, por plasmarlos.
¡Gracias por la magia!
Qué maravilla de post! Mi Ester, con tu hermosa y sincera forma de narrar, así como el aprovechamiento al máximo de tus días en Marruecos y una observación privilegiada, me has hecho emocionar hasta las lágrimas, reir, re-pensar y sorprenderme. GRACIAS por todo ése deleite! Y gracias por tu expresar, siempre amoroso, hacia nuestro mágico encuentro de tres, en un primer día en Marrakesh.